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Escrito por pediatras, pensado para las familias

Fiebre botonosa mediterránea

Las garrapatas del perro infectadas por una bacteria son las transmisoras de esta enfermedad, generalmente benigna, que provoca fiebre alta y una erupción característica

Lesión cutánea de fiebre botonosa

¿Qué es?

Es una enfermedad causada por una bacteria llamada Rickettsia conorii, que se transmite a los humanos por la picadura de una garrapata y que se caracteriza por la aparición de fiebre, una erupción cutánea y una costra negruzca en el punto de la picadura.

Se trata de una enfermedad típica de los países del área mediterránea que ocurre de forma más excepcional en algunos países africanos. Los casos se producen sobre todo en primavera y verano.

¿Qué microorganismo causa la enfermedad y cómo se transmite?

La fiebre botonosa mediteránea pertenece al grupo de las infecciones transmitidas por vectores (habitualmente insectos u otros artrópodos) que son los que transportan el agente infeccioso hasta el huésped.

La bacteria responsable, la Rickettsia conorii, infecta generalmente a perros (huésped habitual) o a pequeños animales como conejos, liebres o erizos. Las garrapatas que parasitan estos animales son los vectores. Si pican a un animal infectado y posteriormente pican a una persona, pueden transmitir la enfermedad. Estas garrapatas además de parasitar animales, también pueden encontrarse en ropa o en viviendas.

¿Qué síntomas produce?

Tras un periodo de incubación sin síntomas de unos 6 días (aunque puede variar entre 4-20 días), aparece fiebre alta, síntomas gripales (dolor de cabeza, de músculos y de articulaciones). En bastantes casos se puede encontrar una úlcera o costra oscura (“mancha negra”) que no es dolorosa y que es el punto donde se ha producido la picadura. En los niños es frecuente que esté en la cabeza, sobre todo detrás de las orejas, mientras que en adultos son los brazos y las piernas las localizaciones más frecuentes. Puede haber otras manifestaciones como aumento de tamaño de los ganglios del cuello o síntomas digestivos como diarrea, vómitos o dolor abdominal.

Dos o tres días después del comienzo de la fiebre, aparece una erupción en la piel que habitualmente afecta a todo el cuerpo, y típicamente a palmas y plantas, respetando la cara. Son manchas de color rojizo que pueden estar sobreelevadas (“botones”), no pican ni desaparecen al presionarlas.

¿A quién afecta?

Puede afectar a todos aquellos que sean picados por una garrapata en el área mediterránea, lo que será más fácil si se está en contacto con perros o pequeños mamíferos.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico es por la clínica, se sospecha si se conoce la enfermedad, aunque la confirmación se puede obtener mediante un análisis de sangre (serología).

¿Cómo se trata?

El tratamiento curativo se basa en el uso de antibióticos. La respuesta por lo general es buena, desapareciendo la fiebre en 48 horas y produciéndose la recuperación total en unos 10 días, habitualmente sin secuelas.

¿Pueden producirse complicaciones?

Las complicaciones en los niños son poco frecuentes. Son datos de gravedad que obligan a consultar de nuevo con el pediatra:

  • Empeoramiento del estado general con fiebre persistente
  • Intolerancia gastrointestinal (vómitos frecuentes)
  • Tendencia al sueño

¿Cómo se puede prevenir?

La base de la prevención es la protección frente a la picadura de la garrapata que puede transmitir la enfermedad. Para ello, en las actividades al aire libre en zonas de riesgo, se debe llevar ropa de manga larga y especialmente pantalones largos y proteger las zonas expuestas con repelentes. Se recomienda revisar la piel de los niños al volver del campo. Además, si hay contacto con animales (principalmente perros), éstos se han de desparasitar periódicamente.

En caso de picadura de garrapata se debe consultar al pediatra si, tras la picadura, aparece fiebre, y más aún si hay manchas en la piel, aunque no exista una escara o costra.

Artículo publicado el  
1-2-2014, revisado por última vez el 4-2-2014
La información ofrecida en En Familia no debe usarse como sustituta de la relación con su pediatra, quien, en función de las circunstancias individuales de cada niño o adolescente, puede indicar recomendaciones diferentes a las generales aquí señaladas.