Las clases de natación y enseñar a sobrevivir en el agua pueden disminuir las tasas de ahogamientos en los niños. Es conveniente que aprendan a nadar a partir de los 4 años. Sin embargo, la decisión de cuándo un niño debe iniciar dichas clases debe ser individualizada. Existen estudios que afirman que iniciar las clases entre los 1 y 4 años disminuye el número de ahogamientos. Los padres deberán tener en cuenta la frecuencia de exposición al agua, la madurez emocional, las limitaciones físicas y otras cuestiones de salud, como la hipotermia, infecciones, etc.
Los padres deben saber que impartir clases de natación a los niños pequeños o a aquellos que no hayan adquirido suficientes habilidades no evita los ahogamientos, ni proporciona una protección completa, por lo cual es necesario mantener una supervisión continua. El saber nadar bien en la piscina no implica que el menor esté a salvo en un entorno acuático natural, por lo que nunca deberá nadar sin la supervisión de un adulto:
El adulto supervisor debería saber nadar, realizar un rescate, iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar y pedir ayuda.
Nunca se puede dejar al niño solo o al cuidado de otro menor mientras esté en la bañera, piscinas, «spas» o cerca de cualquier boca de riego.
También es importante advertir a los adolescentes del riesgo que supone consumir alcohol o drogas mientras se practica la natación o cualquier otra actividad deportiva acuática.
Saltar o tirarse de cabeza en el agua puede producir lesiones graves. Debe prohibirse el lanzamiento de cabeza si un adulto no ha comprobado previamente que la profundidad es suficiente.
En todo caso, es preferible que los niños se tiren al agua con los pies primero.
Los niños y niñas pequeños, así como cualquier menor que no sepa nadar, deben llevar un chaleco salvavidas siempre que se encuentren a orillas de un medio acuático (río, mar, lago, embarcación, etc.).
Cuando se navega en cualquier tipo de embarcación de recreo, el uso de chalecos salvavidas es una importante medida preventiva contra los ahogamientos. En un estudio de los fallecimientos relacionados con la navegación de recreo, realizado en EE. UU., el 86% de las víctimas mortales no llevaban un dispositivo de flotación, mientras que el 14% restante, que sí lo llevaba, falleció por otras causas, como la hipotermia. Los niños no deben llevar flotadores hinchables (como los conocidos manguitos) por el riesgo que suponen. Son preferibles los chalecos salvavidas.
El entrenamiento en maniobras de reanimación cardiopulmonar, tanto de los padres como de los adolescentes y niños mayores, es también una medida efectiva. La protección cervical adecuada, el tiempo transcurrido desde el ahogamiento y la aplicación precoz de medidas de reanimación cardiopulmonar por personal entrenado resultan cruciales para mejorar el pronóstico en un ahogamiento.
A pesar de que se adopten todas las medidas de seguridad descritas, los padres no deben disminuir nunca la vigilancia de sus hijos.