Las quemaduras son las lesiones que se producen por contacto directo o indirecto con calor, corriente eléctrica, radiación o agentes químicos. La quemadura producida por líquido caliente (escaldadura) es la más frecuente en los niños.
Durante los primeros meses de vida se suelen producir en el baño o al tomar alimentos muy calientes. Cuando el niño comienza a desplazarse, gateando o caminando, y aumenta su curiosidad, el riesgo de que ocurra una quemadura crece de forma exponencial, por lo que son muy frecuentes en los niños con una edad comprendida entre los 12 y los 24 meses.
El 90% de estos accidentes ocurren en el hogar, especialmente en la cocina cuando se está preparando la comida. También son muy habituales las que se producen durante el aseo.
La piel de los niños es más fina que la de los adultos, por ese motivo se quema con temperaturas menos altas y con una mayor profundidad. Según la profundidad:
Según la extensión (para calcularla en los niños se puede utilizar la palma de la mano que equivale al 1% de la superficie corporal):
Hay que enfriar la quemadura inmediatamente aplicando agua fresca durante 10-20 minutos (en las quemaduras químicas, durante un mínimo de 20 minutos). No utilizar hielo.
Si hay llamas sobre el niño -la ropa está ardiendo- apagarlas cubriéndolo con una manta o haciéndolo rodar por el suelo; luego enfriar con agua como antes.
Retirar la ropa sobre el área quemada si no está pegada a la piel; también si está impregnada por un cáustico.
Finalmente, observar la quemadura: si es pequeña y superficial -solo está la piel roja- aplicar una crema hidratante y vigilar si se producen cambios. Es conveniente tratar el dolor administrando paracetamol o ibuprofeno. Si la quemadura exuda (suelta líquido), cubrirla con una gasa estéril (o en su defecto, con una sábana o una toalla limpias), sin apretarla, para que no se pegue a la piel, y consultar con el pediatra.
En caso de duda, llamar al 112 y seguir sus instrucciones.
La mayoría de las quemaduras son superficiales y de poca extensión, pero en algunas ocasiones son profundas y extensas, provocando graves secuelas funcionales, psicológicas, estéticas e incluso la muerte del niño.
Las quemaduras de la cara, las manos, los pies, el cuello, los pliegues del cuerpo y los genitales pueden ser especialmente graves.