El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de ideas obsesivas (obsesiones) y patrones de conducta compulsivos (compulsiones) con la suficiente frecuencia e intensidad como para interferir en la vida normal del niño que lo padece.
La frecuencia con la que aparece el trastorno obsesivo compulsivo en la infancia es del 1%, aunque los niños o familias que consultan a los profesionales por este motivo son muchos menos. Una explicación para esto podría ser el carácter secreto con que el niño vive la sintomatología obsesivo-compulsiva, por vergüenza o por miedo a contarlo. También a que la familia puede confundir los síntomas con los juegos propios de los niños.
Para su diagnóstico, los profesionales de la salud mental infantil se guían por una clasificación llamada Clasificación Internacional de Enfermedades, décima versión (CIE-10). La CIE-10 establece que, para el diagnóstico del trastorno obsesivo compulsivo, se deben cumplir las siguientes premisas:
Además, las obsesiones y compulsiones no deben ser el resultado de los síntomas de otros trastornos mentales como esquizofrenia o trastornos afectivos.
Los pensamientos obsesivos son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos que irrumpen una y otra vez en la mente del paciente de forma repetitiva. En la infancia las obsesiones más frecuentes son:
Estos pensamientos no son simples preocupaciones. Son molestos y generan mucha ansiedad. El niño a menudo intenta, sin éxito, resistirse a ellos.
Como característica, el individuo los reconoce como pensamientos propios, incluso aunque sean involuntarios y con frecuencia repugnantes.
Los actos compulsivos o rituales son comportamientos repetitivos que se realizan una y otra vez. Se producen después de las obsesiones. No son por sí mismo placenteros, ni tampoco llevan a completar tareas útiles de por sí.
Normalmente, el niño reconoce este comportamiento como carente de sentido o de eficacia y realiza intentos repetidos para resistirse a ellos. Si se opone resistencia a los actos compulsivos la ansiedad empeora. Las compulsiones más frecuentes en la infancia son:
En la infancia existen juegos con componente obsesivo o compulsivo. Por ejemplo, no pisar las baldosas de un determinado color, contar repetidamente los coches que pasan por una calle, etc. Esos juegos pueden llegar a ser muy repetitivos. La diferencia con los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo es que, tanto el juego en si como el interrumpir el juego, no producen ansiedad o angustia. Cuando son síntomas de trastorno obsesivo compulsivo, su interrupción produce mucha ansiedad en el niño.
El tratamiento debe adaptarse a las características de cada paciente. Se debe valorar la naturaleza, gravedad, frecuencia e intensidad de los síntomas. Asimismo, se deben tener en cuenta el nivel de desarrollo del niño y el impacto del trastorno en la vida diaria del paciente y de la familia. Hasta la fecha dos tipos de tratamiento han demostrado tener eficacia sobre las obsesiones y compulsiones: la terapia cognitivo-conductual y el tratamiento con medicamentos antidepresivos (principalmente inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina). Otras terapias pueden ayudar a tratar aspectos asociados al trastorno obsesivo compulsivo.
Artículo elaborado por la Sociedad Española de Psiquiatría infantil.