Cuando se hace ejercicio físico se “queman” calorías y, por tanto, se eleva la temperatura corporal. El organismo aumenta la sudoración y se pierden agua y electrolitos, lo que llega a suponer un riesgo de deshidratación. Esto puede ocurrir sobre todo en los niños pequeños y si hace mucho calor.
Cuando el niño comienza a sudar hay que ofrecerle cantidades de líquidos iguales a las que va perdiendo (de 1 a 1,5 litros por hora de actividad deportiva intensa).
Se deben beber líquidos antes, durante y después de cada práctica o partido, poco a poco (por ejemplo, medio vaso de agua cada 10 o 15 minutos), evitando bebidas que contengan gas o cafeína.
Lo primero es la sed intensa y en aumento; después empiezan a aparecer síntomas generales como debilidad o dolor de cabeza, al mismo tiempo que la saliva se espesa y la orina es escasa y de color oscuro. Si un niño tiene estos síntomas mientras hace deporte, debe detener la actividad y tomar líquidos.
Si el aporte de líquidos se hace de forma progresiva, se previene la aparición de estos síntomas, que, si van en aumento, pueden ser de gravedad.
Existen numerosas bebidas con diferentes composiciones y sabores que suelen llevar agua, electrolitos y azúcares con distintas concentraciones.
Sin embargo, el agua fresca (12-13 ºC) es la bebida ideal de restitución y no se ha comprobado un mayor beneficio de las bebidas comerciales para la rehidratación del deportista.
El golpe de calor se produce cuando se hace actividad física intensa con altas temperaturas.
El cuerpo pierde agua a través del sudor para regular la temperatura, pero cuando esto no es suficiente, la temperatura comienza a subir hasta producir fiebre. Aparecen vómitos, malestar y dolor de cabeza.
Para la prevención del golpe de calor es importante: