Se habla de insomnio cuando un niño tiene problemas para quedarse dormido o para mantener el sueño, lo que conlleva que se despierte muchas veces a lo largo de la noche. En general, se tiene la sensación de que el sueño no ha sido reparador. Se denomina insomnio crónico cuando esta situación aparece durante mas de 3 meses, al menos 3 dias a la semana y se denomina de corta duración en el caso de ser menos de ese tiempo.
Que los niños se despierten por la noche es normal, especialmente los más pequeños. Según el niño crece y madura van disminuyendo los despertares nocturnos. Alrededor de los 6 meses, los niños suelen dormir por la noche hasta 5 horas seguidas y al acercarse la adolescencia los despertares nocturnos disminuyen.
El dormir alguna noche mal es normal. Pero si la dificultad de dormirse o mantener el sueño perdura en el tiempo y produce malestar, nerviosismo y somnolencia por el día, se considera que se trata de un insomnio.
Dede un punto de vista académico hay varias maneras de clasificar el insomnio. En los niños, los tipos de insomnio más frecuentes son el insomnio conductual y el producido por higiene del sueño inadecuada.
En este tipo de insomnio los niños no son capaces de conciliar el sueño si están solos. A veces el inicio del sueño está ligado a alguna actividad (mecerlos, darles de beber), a un objeto particular o a la presencia de los padres, de tal manera que si faltan, el niño no es capaz de quedarse dormido.
Algunas veces el rechazo a irse a la cama es frontal, protestan, lloran, gritan, se salen de la cama, demandan atención repetidamente, pidiendo comida, bebida o que les lean un cuento.
Es normal que los niños se despierten más por la noche cuando están enfermos y se sienten incómodos, pero cuando mejoran hay que tratar de recuperar el ritmo normal. El descanso adecuado es esencial.
Se refiere al insomnio que se provoca o está favorecido por algunas actividades que se hacen antes de acostarse, como por ejemplo comer chocolate, tomar bebidas excitantes (cola), realizar actividades mentales, físicas (ejercicio) o emocionales (juegos, discusiones) y que dificultan que el niño se quede dormido porque está muy alerta.
Tampoco son recomendables los videojuegos justo antes de irse a dormir y ¡cuidado con los teléfonos móviles y los adolescentes!, el ruido continuo de la entrada de mensajes puede evitar que concilien el sueño. Una buena enseñanza: a partir de cierta hora, móviles apagados.
También se favorece el insomnio si el ambiente no está tranquilo, hay mucho ruido o mucha luz.
Algunas actividades durante el día también pueden interferir con el sueño: dormir siestas muy largas, pasar mucho tiempo en la cama, tener un horario para acostarse muy variable, acostarse muy tarde (los niños pueden estar tan cansados que no saben ni lo que les pasa, que necesitan dormir).
Haciendo una historia clínica. El pediatra indagará sobre el inicio del problema, la existencia de un factor desencadenante, la historia y la situación familiar y el comportamiento del niño.
Es importante que los padres muestren sus preocupaciones abiertamente, sus temores, sus dudas. La información que pueden proporcionar es muy valiosa ya que son las personas que mejor conocen a sus hijos.
También se pueden utilizar “Diarios del sueño” que tienen que rellenar los padres coloreando las horas que el niño está dormido y dejando en blanco las horas que está despierto, con la hora de acostarse y de despertarse, la hora a la que se apaga la luz, los despertares, etc. Pueden ser muy útiles.
Con el trabajo conjunto de profesionales sanitarios y padres se suele solucionar el problema. Mejorando el insomnio aumenta el bienestar de los niños y de los padres.
Entre los tratamientos eficaces están las medidas de higiene del sueño, las intervenciones psicológicas y, finalmente, los fármacos.