Cuando el niño va a la guardería, además de los posibles beneficios de esta nueva situación para el más mayorcito (socialización, adaptación a normas, aprender a compartir, etc.), hay una consecuencia fundamental, desde el punto de vista de la salud, que es la exposición más temprana e intensa a los agentes infecciosos, y que, casi inevitablemente, se traduce en repetidos episodios de infecciones, sobre todo respiratorias y gastrointestinales.
Los niños pequeños que acuden a la guardería tienen más infecciones. Estas infecciones, sobre todo las causadas por virus, se producen por la simple exposición a otros niños o adultos enfermos, de manera que, cuantos más haya juntos, mayor será la posibilidad de que alguno tenga una infección y más fácil será su contagio a los otros.
Además, la prevención suele ser difícil, especialmente en el caso de las enfermedades de las vías respiratorias, pues gran parte de ellas ya se están transmitiendo a los demás antes de producir los primeros síntomas y, por tanto, de ser identificadas.
Un factor importante es la edad de inicio de la guardería. Los niños más pequeños tienen más infecciones debido a la inmadurez de sus defensas. También influyen las medidas higiénicas del local, el número de niños por cuidador y las características del propio niño.
La mayoría de los bebés en las escuela infantiles tienen de 8 a 12 resfriados al año, que son algunos más de los que tendrían si fueran cuidados exclusivamente en el hogar. Después del primer año de asistencia a la guardería, la cantidad de enfermedades respiratorias disminuye.
Esta situación puede considerarse como una etapa más o menos inevitable que habrá que pasar y que un niño normal superará sin grandes problemas.
Durante los primeros años, las enfermedades infecciosas más frecuentes son las que afectan a las vías respiratorias: los catarros y sus complicaciones. También las enfermedades que producen diarrea y vómitos. Son frecuentes las infecciones de la piel y las conjuntivitis. Muchas de estas enfermedades también dan fiebre.
Cuando un niño está enfermo necesita descanso. Es preferible que se quede en casa mientras dure la enfermedad, jugando tranquilamente, leyendo cuentos y realizando la actividad que desee. Puede que no duerma bien por la noche y que prefiera dormir durante cortos periodos de tiempo durante el día, coincidiendo con los momentos en que esté cansado y no se encuentre bien.
Cada niño puede tener necesidades diferentes. Algunos prefieren estar en la cama y otros en el sofá o moviéndose por la casa. Es recomendable que la habitación no esté muy caliente, abrir las ventanas para ventilar y mantener una higiene adecuada.
En los primeros días es posible que no quiera comer. No hay que empeñarse en que tome alimentos, ya que, de forma progresiva, suelen recuperar el apetito. Conviene que beba líquidos para que esté hidratado (agua, zumos, caldos, infusiones). Cuando tenga apetito, se le pueden ofrecer pequeñas porciones de alimentos y líquidos nutritivos, como la leche.
Conviene seguir las recomendaciones de los profesionales sanitarios hasta la recuperación y, en cualquier caso, no llevarlo a la guardería hasta 24 horas después de que la fiebre haya desaparecido.
No debe llevarse al niño a la guardería en las siguientes circunstancias:
La prevención de las infecciones se basa en tres pilares fundamentales: