La hípica es una actividad deportiva que se practica en diferentes ámbitos: domésticos, lúdicos, deportivos y también con fines terapéuticos. Esta actividad está muy arraigada en España, sobre todo en determinadas zonas de nuestra geografía.
Las prácticas ecuestres fomentan en los jóvenes la responsabilidad y el respeto por los animales.
El riesgo de accidente cuando se monta a caballo es similar al de otras actividades deportivas de riesgo, pero la gravedad de la lesión puede ser mayor.
La equitación es el único deporte en el que uno de los miembros del equipo no es humano. Algunas características de los caballos les hacen potencialmente lesivos: el peso (450-500 kg), la altura (el jinete monta 2 metros por encima del suelo), la velocidad que alcanza (por encima de los 60 km/h) o la fuerza que puede llegar a generar con una coz. Así mismo, el animal tiene su propio temperamento que le puede hacer cambiar de dirección y acelerar o parar en segundos, generando fuerzas centrífugas e inercias imprevisibles.
La mayoría (60-65%) de las lesiones graves se producen cuando el jinete cae del caballo. A menudo es además arrastrado o aplastado por el mismo. No obstante, más de un tercio de los accidentes ocurren cuando el jinete no está montado, sino realizando labores como cepillar o alimentar al caballo o, simplemente, estando lo suficientemente cerca como para recibir una patada o un mordisco. El jinete no tiene sensación de peligro y no cree necesario llevar los sistemas protectores.
La mayoría de las lesiones relacionadas con el caballo son contusiones, abrasiones y fracturas. La cabeza y el cuello son las partes del cuerpo afectadas con más frecuencia, seguidas por las extremidades. Son más habituales en niñas y entre los 10 y los 13 años. Las lesiones intracraneales son la principal causa de muerte en los niños.
La escasa utilización de los métodos de protección que se ha observado en los estudios hace evidente la necesidad de mejorar las medidas de seguridad durante la práctica de cualquier actividad relacionada con el caballo, y no solo durante la monta de los mismos.
El uso de los cascos protectores reduce la gravedad de las lesiones y sus secuelas, no solo en las caídas sino también tras una patada.
La utilización de un calzado adecuado (botas de caña alta o zapatos con tacón bajo que cubran completamente los tobillos) disminuye la gravedad de las lesiones de tibia y evitan deslizarse del estribo y ser arrastrado tras el caballo.
Es aconsejable el uso de chalecos protectores para disminuir el riesgo de lesiones espinales y costales secundarias a caídas o a patadas del caballo.
Se recomienda también el uso de “estribos de seguridad” para prevenir las lesiones por arrastre. Consisten en unos estribos de hierro con una banda lateral de goma que permite liberarse en el momento de la caída y evita ser arrastrado.