Por primera vez los niños son nativos digitales y la tecnología digital se ha convertido en una necesidad para todos. Los niños la utilizan no sólo como entretenimiento y diversión, sino también como comunicación y fuente de información. Se emplean a diario en los colegios y las tareas escolares, formando parte de su vida cotidiana desde edades muy tempranas.
No se conoce la prevalencia real. Se sabe que más de un 15% de la población adolescente hace un uso problemático del móvil, aunque la tendencia es progresivamente al alza y cada vez más preocupante.
Las nuevas tecnologías tienen muchas ventajas, pero pueden llegar a suponer un serio problema en determinados casos:
El mal uso y abuso de las tecnologías se han relacionado con los trastornos de sueño, y consecuentemente con problemas de rendimiento académico y falta de atención.
Asimismo, existe una relación directa y paralela entre el abuso de las tecnologías y el aumento de la obesidad y el sobrepeso en la población infantil, pues va en detrimento del tiempo dedicado a jugar al aire libre, hacer deporte o ejercicio físico. Los niños son cada vez más sedentarios.
Otro riesgo que puede existir es el acceso a contenidos indeseables para su edad, así como el riesgo de sufrir cyberbullying, que sería incluso más grave que cualquier otro tipo de bullying por la expansión inmediata y sin control que supone la red.
Lo primero tomar conciencia de la posibilidad de que exista un problema. Actualmente se recomienda un uso racional, priorizando las obligaciones y diferenciando entre días de colegio y festivos.
Controlar el tiempo que el niño está delante de las pantallas. Se desaconseja cualquier tipo de pantalla electrónica en la cama antes de conciliar el sueño nocturno, pues se sabe que la luz y el tipo de ondas que emiten son estimulantes, independientemente de cuál sea el contenido.
Los adultos deben dar ejemplo, haciendo un uso adecuado y responsable de las tecnologías, prestando especial cuidado cuando se comparta tiempo con los niños.
Se debe sospechar ante un cambio en la conducta y en el carácter del niño o el adolescente, aparición de conflictos con las personas cercanas, dificultad en las relaciones sociales o bien cambios en la manera en la que afrontan el disfrute de la vida y el aburrimiento.
Ante cualquier sospecha, sería recomendable solicitar ayuda a los profesionales cuanto antes.