El impétigo es una infección superficial y localizada de la piel, producida por bacterias que son habituales en el exterior de la misma: Streptococcus pyogenes y Staphylococcus aureus principalmente. Suele producirse por excoriaciones o pequeñas heridas de la piel que, al romper la barrera cutánea, permiten a las bacterias introducirse en ella. Afecta con más frecuencia a las zonas descubiertas que son las más expuestas a abrasiones, roces, etc. Es más frecuente en niños de 2 a 5 años y en épocas de calor.
Se manifiesta en forma de costras amarillentas, de aspecto similar a la miel ( Costra melicérica). Empieza con una mancha o un “granito” rojo que se transforma en una ampolla que al romperse deja finalmente la costra. No produce cicatriz. Lo más habitual es que aparezca en la cara y en las extremidades. No se acompaña de fiebre prácticamente nunca y los ganglios de la zona a veces pueden aumentar de tamaño.
El impétigo es muy contagioso y se extiende tanto en el propio paciente por contigüidad o al rascarse como a otras personas en contacto con el niño.
Normalmente no es grave pero se debe tener cuidado porque puede extenderse por otras partes del cuerpo.
El tratamiento se basa en la limpieza de las lesiones con agua y jabón, con la posterior aplicación de alguna pomada antibiótica (mupirocina, ácido fusídico). Responde muy bien al tratamiento local y a los antibióticos tópicos.
Muy pocas veces es necesario tomar antibióticos por la boca, solo si las lesiones son extensas o existen síntomas generales como fiebre.
Mantener una higiene adecuada es la mejor medida preventiva. Cualquier herida superficial debe lavarse inmediatamente con agua y jabón para aplicar después alguna solución antiséptica habitual (por ejemplo, clorhexidina).