No. Puede que algún niño cree un amigo imaginario para compensar sus carencias afectivas, pero la mayoría son niños con un desarrollo normal de la fantasía y de la imaginación infantil. La razón por la que se ha relacionado a los amigos imaginarios con carencias afectivas es porque los primeros estudios se realizaron con niños institucionalizados, sin incluir un grupo control de niños pertenecientes a la población general.
La edad en la que se suelen tener es la de la etapa del desarrollo del juego simbólico, que comienza hacia los 2 años y finaliza hacia los 7. El juego simbólico es la capacidad de realizar representaciones mentales y jugar con ellas, como por ejemplo, coger un teléfono e imitar que se está hablando con alguien. Ahora bien, también hay niños en la adolescencia temprana y media que tienen un amigo imaginario, a quien hablan o escriben en su diario.
Alrededor de un 30% de niños tienen un amigo imaginario.
Nada, siempre y cuando vean que su hijo es feliz jugando con él. Ahora bien, si observan que el amigo imaginario le produce malestar e inquietud, deben consultar con su pediatra.
Amigos con quienes compartir sus fantasías o héroes con poderes especiales. Algunos ejemplos son: niño invisible que nunca duerme y ve la televisión durante toda la noche, un compañero que siempre está en el hombro del niño, un oso de peluche que es sabio y siempre sabe todas las respuestas, etc.
El juego simbólico es esencial para el desarrollo de las habilidades cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales, y el amigo imaginario forma parte de ese juego simbólico. Se considera que el niño que crea en su fantasía un amigo tiene mayor capacidad de comprender las emociones y las creencias de los demás. Es decir, tienen mayor capacidad de empatía, lo que le va a facilitar su interacción social. También, va a desarrollar más su lenguaje interior, lo que favorece un mejor desarrollo de sus capacidades lingüísticas y narrativas.
Los amigos imaginarios son creados y controlados por el niño, quien disfruta jugando con ellos, es decir, son deseados. Nunca son involuntarios, ni molestos.