Durante la adolescencia se producen cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales, que también afectan al patrón de sueño. Se produce, por ejemplo, un retraso normal del inicio del sueño y se necesita dormir más que durante los años anteriores.
La adolescencia es una fase de la vida donde el sueño juega un papel fundamental. Hay que dialogar con ellos sobre el sueño y su influencia en la salud y el bienestar.
El objetivo es sensibilizar al adolescente de la importancia que tiene dormir bien y suficiente. Unos buenos hábitos de sueño aseguran un correcto desarrollo físico y mental.
También es importante explicarles que la utilización de móviles, tabletas u ordenadores en el dormitorio dificultan la conciliación del sueño. Los padres deben dar ejemplo de buenos hábitos de higiene del sueño.
Los adolescentes suelen compensar la falta de sueño acumulado durante la semana, el sábado y el domingo. Dormir un par de horas más puede ser beneficioso. Pero si duermen mucho más y se levantan al mediodía, a la hora de comer, conciliarán el sueño con dificultad por la noche y será muy difícil retomar el ritmo de sueño de la semana.
Es recomendable tener horarios regulares de sueño y comidas, incluso durante los fines de semana.
El sueño enlentece los sistemas del organismo para que el cuerpo pueda "recargar las baterías" para afrontar las actividades cotidianas del día siguiente.
Los malos hábitos del sueño tienen consecuencias negativas en el crecimiento y el desarrollo, en el rendimiento académico y en las relaciones sociales.
Algunos signos pueden ayudar a identificar la falta de sueño de los adolescentes: están irritables, tristes, se concentran mal en clase o, incluso se quedan dormidos, tienen dificultad para despertarse y levantarse por las mañanas o duermen mucho más de lo razonable durante el fin de semana.