

Los meses de verano suelen ser los escogidos para las vacaciones familiares, por lo que a los cambios en los hábitos de los niños y sus familias se añaden factores climáticos propios de esta estación. Si las vacaciones implican viajar lejos de casa, habrá también que preparar el viaje para que todo salga bien. Vamos a repasar algunas cuestiones que conviene tener en cuenta, sobre todo para aquellos que viajan con niños por primera vez.
Conviene preparar las vacaciones con antelación, comenzando con la elección de un lugar adecuado para los niños, donde puedan desarrollar sus actividades con seguridad.
Si el medio de transporte es el coche debe hacerse una puesta a punto, porque un vehículo en condiciones no óptimas puede ser causa de accidentes. Antes de ponerse en marcha hay que revisar a fondo todas las medidas de seguridad, como el cierre seguro de las puertas, los obligatorios asientos y sillitas homologados de acuerdo con el peso y edad de los niños, y el cinturón de seguridad. Es obligatorio conducir de manera responsable. Las necesidades de los niños han de tenerse en cuenta parando las veces que sean necesarias, por lo que siempre debe calcularse el tiempo de viaje con mucha holgura.
Algunos sencillos consejos para tener en cuenta:
El mareo (cinetosis) es un problema bastante frecuente. Se trata de una sensación desagradable de malestar, sudor frío, náuseas y otras manifestaciones como bostezos o palidez, hasta llegar a los vómitos. Es raro que afecte a los niños menores de 2 años, pero a partir de esa edad la sensibilidad al mareo se incrementa hasta los 12 años. Después, disminuye su frecuencia, aunque hay adultos que siguen padeciendo mareos durante toda su vida. Para prevenir el mareo se pueden dar algunas recomendaciones:
En cualquier caso, hay que estar preparado para la posibilidad de que los niños vomiten durante el viaje, por lo que es aconsejable que dispongan de una bolsa o cubo de plástico a los que poder recurrir rápidamente si se da el caso.
Cuando los síntomas del mareo son intensos puede ayudar el empleo de algún medicamento, aunque usado con prudencia y consultando previamente a su pediatra.
En los viajes en avión los cambios en la presión del aire pueden desencadenar dolor de oídos, sobre todo al despegar y al aterrizar. Para evitarlo se pueden hacer maniobras que ayuden a abrir la trompa de Eustaquio (un conducto que comunica el oído con la nariz) para que las presiones se igualen, como tragar saliva, beber, bostezar o masticar un chicle (esto último no en los niños más pequeños).
En el lugar de vacaciones conviene confirmar el número de los servicios de urgencia (en la Unión Europea es siempre el 112), y saber dónde se encuentran el centro de salud y el hospital más cercanos. No hay que olvidar la documentación de los niños (libro de familia, documento de identidad), especialmente para viajes en avión. Es conveniente que los niños lleven consigo la dirección y teléfono de contacto durante las vacaciones, que puede ser muy útil si se pierden.
Si se come fuera de casa hay que hacerlo en establecimientos que ofrezcan unas mínimas garantías higiénicas y de calidad. Los alimentos cocidos suelen ser seguros, pero los alimentos crudos tienen el peligro de poder estar contaminados y acarrear problemas digestivos o de otro tipo.
Hay que tener cuidado especial con el agua, porque si no está tratada también es un vehículo de transmisión de enfermedades. En caso de duda con la calidad del suministro de agua corriente, el agua mineral embotellada es la opción más segura. No hay que olvidar que el hielo también puede estar contaminado.