Normas y límites
Hace unos días, en una entrevista, me preguntaron sobre un tema que preocupa: la prevención de conductas agresivas en niños y adolescentes. La respuesta tiene mucha complejidad, ya que hay muchos elementos a considerar. Pero me centré en uno: el papel de la familia. Sea cual sea la estructura del núcleo familiar (que es el primer elemento de socialización del niño), importa su función y su capacidad educativa. No se puede olvidar que los padres son los primeros responsables de la educación de los hijos.
Falta capacidad educativa en los padres que se muestran incapaces de poner límites al hijo cuando éste comienza a dar sus primeros pasos por la vida, descubriendo su entorno. Falta capacidad educativa en los padres permisivos que creen que cualquier orden que dan al niño debe partir de un razonamiento y un debate.
Y es que en este aspecto ha habido mucha confusión. Hemos dejado el antiguo modelo autoritario y, tal vez, nos hemos quedado sin modelo. La ley del péndulo nos ha llevado al modelo permisivo. Pero este modelo no es válido en educación. ¿Hacia dónde iremos?
Imaginémonos conduciendo un vehículo por una carretera desconocida, estrecha y con curvas. De noche y con lluvia. ¿Verdad que agradecemos aquellas rayas blancas, pintadas en la calzada, que nos muestran los límites por donde podemos conducir, sin riesgo, nuestro vehículo? ¿Qué pasaría si no existieran estas líneas? ¿Y si, más allá, hay un precipicio u otro peligro escondido? Las rayas blancas nos dan seguridad.
El niño necesita también estas líneas blancas, estos límites, para conducir, con seguridad, su propia vida. Las normas son esenciales cuando el niño va descubriendo su entorno y, con sus travesuras, nos va pidiendo que le vayamos marcando los límites. El niño pequeño no puede entender argumentos ni razonamientos. Como cuando yo conduzco por la carretera no tengo opción de ir a explorar qué peligro se esconde detrás del límite de la raya blanca, pues puedo jugarme la vida. El niño necesita normas y límites desde pequeño. También se juega la vida y su futuro como persona. Los límites y las normas deben ser pocos y precisos. No admiten excepciones. Deben servir para aprender a comportarse tanto en casa como en otros ámbitos. No hay que argumentar los mismos. Cuando el niño crezca ya irá descubriendo las razones de nuestros criterios. Pero mientras crece con unas normas claras y concretas, adquirirá una seguridad para, dentro de una personalidad que va madurando, actuar de acuerdo con unos principios básicos de convivencia. Obedeciendo la autoridad paterna irá entendiendo, poco a poco, el gran valor de servicio de esta autoridad, sin la cual crecería en el desorden moral.
Artículo de opinión por Josep Cornellá i Canals. Traducción del artículo original publicado en Diari de Girona el 30 de junio de 2011.