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Escrito por pediatras, pensado para las familias

Tubos de drenaje timpánico

Es un procedimiento muy habitual en pediatría

¿Qué son?
Son unos dispositivos generalmente con forma de diábolo o cilindro, que se colocan en la membrana del tímpano mediante una sencilla intervención quirúrgica

¿Por qué se colocan?
Su finalidad es hacer que el oído medio esté permanentemente ventilado.

Los motivos por los que suelen indicarse son: otitis de repetición, otitis serosa, disminución de la audición de causa obstructiva o dificultad para la ventilación del oído medio a través del mecanismo fisiológico.

Una vez que el especialista ha recomendado la cirugía para colocar los tubos, es muy frecuente que aparezcan miedos y dudas en las familias.

¿Cómo se colocan los tubos de drenaje?
El procedimiento es muy sencillo y se trata, generalmente, de una breve intervención quirúrgica. Se pueden poner los tubos en ambos oídos, si es preciso.

Para colocar los tubos se realiza un orificio en la membrana del tímpano, limpiando las secreciones que muchas veces se acumulan tras ella. Después, se fijan en ese lugar los tubos. Como todo ello se realiza a través del conducto auditivo, no vamos a observar a simple vista ninguna herida. Sí puede aparecer algún resto de sangre o secreciones en la parte más externa de los conductos o incluso en las orejas.

¿Se precisa anestesia?
En niños es necesario utilizar anestesia general para realizarlo con seguridad.

Como en todas las cirugías, se debe comprobar que el niño se recupera correctamente de la anestesia y cuando lo hace, se suele dar el alta en el mismo día de la intervención.

¿Qué cuidados se precisan tras su colocación?
El niño puede hacer vida normal tras la intervención. Es una cirugía que no suele provocar dolor y de la que se recuperan completamente en pocas horas. Si el niño presenta dolor se puede dar Paracetamol o Ibuprofeno a las dosis habituales

En ocasiones se debe dar un antibiótico al niño, ya sea por vía oral o de forma tópica, aplicando gotas en los oídos.

Se debe evitar la entrada de agua en el oído mientras los tubos estén colocados, puesto que podría pasar fácilmente al oído medio y provocar una infección. En general, el agua de la ducha o el baño se puede controlar prestando atención a la hora de lavar el pelo, haciéndolo poco a poco. Con lo que se debe ser más cuidadoso es con el baño en el mar, piscina o lagos. Para estas actividades se suele recomendar utilizar tapones hechos a medida, ya que el peligro de entrada de agua es mucho mayor y se trata de un agua más contaminada. Aunque el niño no suela introducir la cabeza debajo del agua, se producen salpicaduras durante el juego, descuidos o movimientos de agua que hacen muy probable la entrada involuntaria de la misma en los oídos.. Al salir del agua, secar con cuidado la cabeza del niño y después se pueden retirar los tapones, secando suavemente la parte externa de la oreja con una toalla limpia.

Si durante el tiempo en el que el niño tiene los drenajes se observa que sale algún tipo de secreción por el conducto auditivo, esto significa que los tubos están cumpliendo con su función, especialmente si el niño tiene catarro con moco nasal en esos días. Si tiene fiebre o dolor de oído o se observa que la secreción tiene un color extraño o huele mal, es aconsejable acudir al pediatra para su valoración.

¿Cuánto tiempo permanecen colocados?
Los tubos de drenaje suelen caerse durante el primer año tras su implantación. Lo más frecuente es que lo hagan en los primeros 6 meses.

¿Hay que volver a colocarlos?
Esto dependerá de la razón por la que se pusieron y si persiste la causa que lo motivó. Es posible que si el problema es anatómico de nacimiento, como una fisura de paladar en la que se colocan los tubos para mejorar la audición, se deba optar por reintervenir al niño y colocar el mismo tipo de dispositivo u otro de mayor duración, según lo recomiende el equipo de especialistas.

Artículo publicado el  
15-5-2023, revisado por última vez el 15-5-2023
La información ofrecida en En Familia no debe usarse como sustituta de la relación con su pediatra, quien, en función de las circunstancias individuales de cada niño o adolescente, puede indicar recomendaciones diferentes a las generales aquí señaladas.